Los ascensores y la sensación de compartir espacio con gente que no conoces

Hay viajes que para muchas personas no producen placer ni liberación, sino ansiedad. Hablamos de los viajes en ascensor, que a nadie dejan indiferente. No estamos hablando de un trayecto de horas, ni siquiera la mayoría de las veces dura más de un minuto, pero el desasosiego que produce es un mal muy extendido y muchas veces resulta inexplicable. Lo habitual es entrar en un ascensor compartido y meterse en un cascaron en el que protegerse no sabemos muy bien de qué. Es una sensación de falta de espacio vital, de invasión de la intimidad, y en los peores casos incluso puede llegar la claustrofobia. Por suerte la tecnología, diseño e iluminación de los elevadores ha avanzado mucho, permitiendo que esta sensación de incomodidad sea cada vez menor.

La parte más compleja es la relación con los demás pasajeros. Hay estudios realizados sobre el comportamiento humano en los ascensores que hablan de cambios de humor y de actitud una vez se entra en la cabina. Por lo general entramos y nos damos vuelta para ponernos de frente a la puerta y si alguien más viene con nosotros es cuando empieza la fiesta que que un estudio asegura que cuando se comparte ascensor los pasajeros comienzan a hacer una coreografía que es previsible y está documentada.

Cuando estamos solos nos colocamos donde queremos ya que el espacio es todo nuestro. Si hay dos personas, cada uno se ubica en una esquina creando la mayor distancia posible. Si accede una tercera persona formamos un triángulo. Si llega una cuarta, cada uno busca una esquina. Para la quinta es una mala noticia entrar en el ascensor ya que ocupará ese espacio incómodo del centro que nadie quiere. A partir de aquí todo es un problema pues la zona de peligro central espera clientes. Y una vez dentro: mirar al suelo, consultar la hora, ver el teléfono… o acabar hablando del tiempo, aunque siempre guardando la distancia. Cuando nos relacionamos con otras personas dejamos una distancia de por lo menos un brazo. Y eso no es posible en la mayoría de los elevadores por eso nos encontramos en una situación muy inusual, poco natural e incómoda que la tecnología, en la medida de lo posible, nos ayuda a superar.